A comprar comida por kilo

 

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Una nueva tendencia en la forma en que comemos y compramos
 
Para la gente que trabaja en las oficinas, el almuerzo siempre fue un problema. Algunos llevan la vianda desde sus casas, con las complicaciones de logística que eso implica. Otros eligen el delivery, el sándwich, la hamburguesa al paso (no siempre es lo más saludable) o el pancho. Los que pueden acostumbran a comer el menú ejecutivo en el restaurante de su preferencia, pero el inconveniente son los precios ya que los mismos rondan los para arriba en los locales del Microcentro.

Sin embargo, hace poco tiempo que está avanzando la moda de los restaurantes que ofrecen comida por kilo, algo que tiene mucho arraigo en las grandes urbes de Brasil pero que es relativamente nuevo en la capital porteña. ¿En qué consiste esta modalidad? El comensal ingresa a un local que tiene islas de comida caliente y fría (van desde porciones de pollo, milanesas, ternera estofada, croquetas, ensaladas varias, arroces, hasta distintos postres), toma una bandeja plástica y la carga con lo que va a comer. Luego se apersona en la caja y paga según el peso de la misma, que ronda los por cada 100 gr. de comida.

Es verdad, no tiene el glamour de comer a la carta en un restaurante con cubiertos y mantel, pero casi nadie tiene tiempo ni recursos para almorzar a la vieja usanza. Por otro lado, la oferta culinaria de los restaurantes por peso es bastante variada y para algunos, razonable. Pero no todo lo que brilla es oro: “La ventaja para el que trabaja es que resulta barato y le resuelve el tema del almuerzo, pero el problema es que estos negocios se enfocan en la cantidad y no en la calidad, que a veces deja un poco que desear”, afirma Joaquín Hidalgo, experimentado periodista gastronómico.

Estos negocios están regenteados en su mayoría por personas de ascendencia china, gente que en su momento lideró el rubro de lo tenedores libres, en los que por un monto fijo el comensal podía comer todo lo que ofrecía el local. Aquí la premisa es diferente, porque uno puede comer lo que quiera pero paga un precio acorde al peso de lo que se lleva en la bandeja. Otra de las ventajas es que el restaurante, si bien tiene que tener personal de cocina que abastezca constantemente las islas, se ahorra el problema que implican los mozos, un dolor de cabeza para los propietarios del local. Como sea, hasta ahora este formato se ha ido multiplicando, una clara señal de que están resultando exitosos, al menos desde el punto de vista comercial.
 
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Maria

16.04.2013

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