Has visto que restaurantes de lujo o confiterías sofisticadas suelen servir unos alfajorcitos de colores? No son ni más ni menos que macarons. ¿Y qué es eso? Una especie de galletas redondas de dos capas hechas con una masa suave de almendras picadas, azúcar y clara de huevo. Son crujientes por fuera y blandas por dentro.
Suelen estar aromatizadas y se las rellena de mermeladas, ganache o crema. Cada color hace referencia a un sabor distinto. Pero a pesar de que no hace mucho que se pusieron de moda en Buenos Aires, estos productos de repostería son de vieja data.
Se dice que su origen está en Venecia, a principios del Renacimiento, aunque en aquel entonces eran muy diferentes a los que conocemos hoy en día. También se cuenta que fue Catalina de Médicis la que los llevó desde Italia a la corte francesa. En cambio, se sabe con certeza que durante el siglo XVII las religiosas carmelitas de Nancy, Francia, los preparaban con mucho éxito, siguiendo fielmente el precepto de Santa Teresa de Ávila: “las almendras son buenas para estas muchachas que no comen carne”.
Sin embargo, el inventor del macaron moderno, redondo, relleno, de colores y con dos capas fue Pierre Desfontaines, nieto del famoso repostero Louis-Ernest Ladurée, quien en 1930 tuvo la idea de rellenar dos tapas de macarons con deliciosas ganaches. Actualmente la casa Ladurée, una de las confiterías más famosas del mundo, vende unas 15.000 unidades por día.
¿Has probado los macarons?