Pero en esta ocasión hablaremos de otros tipos de harinas que seguramente no conoces y que no son fáciles de reconocer. Además, son la principal causa de que nos salgan las cosas mal a la hora de cocinar.
Las harinas de fuerza y las harinas blandas.
Como otros muchos alimentos, el trigo tiene sus temporadas, pero en este caso no es sólo una. Según la variedad del trigo, se siembra en una época del año o en otra (primavera la de fuerza o invierno la blanda).
¿Y qué diferencias tienen?
Como su nombre indica, la harina blanda es más flojita que la de fuerza. Esto quiere decir que a la hora de amasarla es más manejable y no se resiste tanto como la otra, aunque la segunda, por ser precisamente más resistente al estirado, no se romperá tan fácilmente. Esto no significa que una sea mejor que otros sino que solamente son distintas, se manejan de diferente forma y no tienen la misma utilidad.
Otra diferencia es el hecho de que una pueda “soportar” más agua que la otra. Una harina blanda sólo puede absorber medio litro de agua por cada kilo de harina más o menos, y una de fuerza, llega hasta los tres cuartos de litro. Por eso, hay veces que al hacer una receta que necesita harina, hay que guiarse más por lo que se ve y se percibe al cocinarla que por lo que dice su modo de preparación y sus ingredientes. Por ejemplo, con una harina de una marca es suficiente 500g de harina, pero con otra marca puede ser que aún siga necesitando continuar añadiendo para alcanzar una consistencia deseada.
Y por último, la diferencia más importante es su cantidad de proteínas. Cuando vemos que la harina tiene entre el 5 y 11% de proteínas es porque es una harina blanda, cuando tiene entre el 13,5 y 15% de proteínas, decimos que es una harina de fuerza, y todo lo que esté entre esos valores, o sea, entre el 11 y 13,5% es una harina de media fuerza.
Esperamos que la información haya sido de utilidad.
Fuente: Cocinillas.ES